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¡HASTA SIEMPRE, LIBERIA!

Resumen para los lectores vagos: Volvemos al norte para trabajar una última semana, disfrutar por todo lo alto y darnos cuenta de que el tiempo pasa demasiado rápido.

A penas había salido el sol cuando llegábamos en el coche de Edward a San José. Tras un merecido desayuno (por supuesto un gallo pinto como buenas ticas) nos subimos al bus camino a Liberia (Frontera Norte), donde íbamos a pasar nuestra penúltima semana. Ahí, Heissel y Carlos Mario nos esperaban dándonos la bienvenida con un paseo por la playa viendo los colores rojizos de la puesta de sol, seguido de una cena en Tamarindo.

El domingo, la abogada de San José, Daniela (que no ha dejado de cuidarnos y hacernos reír), que iba a pasar la semana ayudando en el norte llegó a tiempo para disfrutar con nosotras de nuestro último domingo al sol, en un intento de apurar nuestro moreno. Mientras disfrutábamos de una piña colada, aprovechamos para ponerla en contexto de todo lo que había estado ocurriendo en la frontera norte en las últimas semanas, así como para explicarle la forma de trabajar, pues son labores muy diferentes a las que normalmente desempeñan los abogados en las oficinas de San José.


Esta última semana de trabajo en el norte ha llevado por bandera los cambios de planes, pues el monitoreo ha sido muy distinto al de semanas anteriores. De poco ha servido el plan de trabajo inicial, ya que los imprevistos nos han obligado a adaptarnos a las circunstancias. Entre las tareas desarrolladas estos días, tuvimos que ir a dar una orientación legal a 10 personas que residían en la Finca Precario las Flores. Allí, perdido en algún lugar del norte de Costa Rica, una comunidad de nicaragüenses se han asentado gracias a la ayuda de distintas instituciones locales. Entre sus necesidades más inmediatas, se encuentra el conseguir alimento, pero también el tener las herramientas y el conocimiento para enfrentarse a la burocracia necesaria para regular su condición migratoria. Nuestra indignación se multiplicó exponencialmente al enterarnos de que se les había cambiado la cita ante la Unidad de Refugio. Eso implica que, tras un largo viaje hasta San José, se les dijo que Migración no contaba con suficiente personal y que, al igual que a la mayoría de gente, su cita se había reprogramado para noviembre. Para una familia que a duras penas tiene qué comer, un viaje en balde a San José conlleva un gasto inasumible. Menos mal que Dani es ya una experta redactando recursos de amparo en un intento de evitar que se sigan produciendo este tipo de vulneraciones de derecho hacia los solicitantes de Refugio.


Estos días también hemos hecho monitoreo por lugares menos frecuentes, con el fin de reafirmar las relaciones con las autoridades y entidades locales, y cerciorarnos que no hubiera gente en sitios más apartados que necesitasen de nuestra ayuda. Esto nos ha permitido conocer algunos lugares costeros de la frontera norte que aún no habíamos tenido la oportunidad de visitar. Igual por eso fue inevitable bajarse del coche y disfrutar por unos minutos de las bonitas vistas que nos iba dejando el camino, e incluso, aprovechar la época de avistamiento de ballenas para hacer un monitoreo de dicho animal.

También pasamos una noche en Los Chiles, un pueblo fronterizo donde nos sorprendió conocer la cantidad de rumores y mentiras que se divulgan alrededor de las actuaciones de los policías de migración, un desconocimiento que trae consigo falsas asunciones de que se está deportando a los solicitantes de refugio.

Por si las miles de horas en coche no fueron suficientes, el jueves fuimos a un albergue en Upala a atender a un grupo de personas para darles orientación legal y posteriormente a una familia numerosa con una mujer embarazada. Todo ello nos ha permitido adentrarnos un poco en las vidas de los solicitantes de refugio y entender que sus condiciones de vida requieren de toda nuestra ayuda.


La semana laboral acabó con una última visita al CATEM, una última sesión informativa en la Oficina de La Cruz y una última visita a Peñas Blancas (Puesto Fronterizo Norte) donde nos despedimos de los oficiales de migración convertidos ya en amigos. Todas las horas que hemos pasado en esta frontera se han pasado demasiado rápido y no podemos creernos que hayamos estado ayudando a solicitantes de refugio durante 5 semanas y ahora dejemos la frontera con Nicaragua atrás.


Antes de que empezásemos nuestra última semana de trabajo en las oficinas centrales de San José, Heissel y Carlitos Mario quisieron asegurarse de que disfrutásemos de nuestro último fin de semana en Costa Rica. Y sin duda, lo hicimos por todo lo alto (literalmente), pues pasamos tres días increíbles en Manuel Antonio, un parque natural ubicado en una montaña frente al mar. Ahí caminamos todo lo que no habíamos caminado en las últimas semanas, recorriendo todo el parque entero de arriba a abajo, observando la infinita variedad de animales y culminando la excursión con un chapuzón en una playa de esas que te ponen los pelos de punta. Desde el primer día que Heissel nos recogió en el pickup (para aquellos que, como nosotras antes de llegar a Costa Rica no sepan lo que es un pickup, hagan click aquí) soñábamos con ver un atardecer subidas en el cajón del coche; y como no, dicho y hecho. Por la noche, usamos la poca energía que nos quedaba y sacamos a relucir nuestros dotes en el billar, que al parecer, no se nos dio tan mal (Carlota no está tan de acuerdo...). Culminamos un día redondo, en una mesa los 4, hablando de la vida hasta que nos dio la media noche. Y así, al día siguiente pusimos fin a nuestra escapada a uno de los sitios más bonitos de Costa Rica y cargamos pilas para la vuelta a San José. ¡A por la última semana! :(

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